sábado, 11 de mayo de 2013

La Vida de la Pola Toma Rumbo

En el año de 1802, los acontecimientos tomaron su rumbo; Santafé fue azotada por una de las pestes de viruela más devastadoras. La enfermedad se llevó consigo a Joaquín y a Mariana junto a dos de sus hijos, María Ignacia y Eduardo, hermanos mayores de la Pola. Es aquí donde la familia se disuelve, los dos varones, llamados José María entran como frailes al convento de los Agustinos calzados, José Ignacio Ramón y Francisco Antonio se van a trabajar a una finca en Tena, dejando a Catarina a cargo de los pequeños Policarpa y Bibiano. 

Con el fallecimiento de los padres, es ejecutado el testamento dejado por Don Joaquín, quien si bien no era rico, tenía lo suficiente para vivir muy bien. Una vez cumplido el testamento, la casa que habitaron en Bogotá fue clausurada por estar contaminada de viruela; Catarina encargada de cuidar de Bibiano y la Pola, decide que lo mejor es volver a Guaduas, en donde son acogidos por Margarita Beltrán su madrina de bautismo; tal vez, el nombre de Margarita no sea muy conocido, basta decir, que es la hermana de Manuela Beltrán.


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Guaduas era una ruta frecuentada por comerciantes

Con el tiempo, Catarina decide desposarse con Domingo García, juntos se encargan de cuidar de La Pola y su hermano menor. La pequeña Pola demuestra ser una niña muy despierta. Margarita madrina de los hermanos Salavarrieta, aboga para que la pequeña sea aceptada en el convento de la soledad de los padres franciscanos, donde aprende a leer y a escribir, a tocar la guitarra y a cantar, también aprende historia y las doctrinas españolas. 

Su inquietud por adquirir conocimiento la lleva a descubrir el origen de su apellido: conoce que el apellido Salabarrieta proviene de Solabarrieto, apellido vizcaíno que significa de la nueva heredad; conoce la historia de fundación del convento de la soledad; y las vicisitudes del padre Tomás de Morales en su empeño por buscar a don Benito Sánchez, para convencerlo de ceder a la orden franciscana, parte de los terrenos en los que se construiría el convento; a la Pola, le gustaba mucho oír esta historia porque oírla era recordar el origen de Guaduas. Como toda pequeña niña; la Pola era inquieta, disfrutaba al salir del convento, porque podía jugar con los otros niños, y pasear disfrutando de la naturaleza y los jardines que ofrecían diversidad de frutos a los lugareños.

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