Desde el punto en donde se me situó de centinela podía oír perfecta mente todo cuanto decía la Pola y ver todas sus acciones, pues me hallaba como a diez y seis pasos de distancia de su capilla. Al principio observé que replicaba con algunos sacerdotes que la exhortaban a confesarse y aplacar su ira. Ella les decía en voz alta y con el aspecto en que estaba pintaba la ira, la resolución y el entusiasmo patriótico lo que poco más o menos, es como sigue:
–“En vano se molestan, padres míos; si la salvación de mi alma consiste en perdonar a los verdugos míos y de mis compatriotas, no hay remedio, ella será perdida, porque no puedo perdonarlos ni quiero consentir en semejante idea. Déjenme ustedes desahogar de palabra mi furia contra esos tigres, ya que estoy en la impotencia de hacerlo de otro modo. ¡Con qué gusto viera yo correr la sangre de estos monstruos de iniquidad! Pero ya llegará el día de la venganza, día grande en el cual se levantará del polvo este pueblo esclavizado y arrancará las entrañas de sus crueles señores. No está muy distante la hora en que esto suceda y se engañan mucho a los godos si creen que su dominación puede perpetuarse. Todavía viven Bolívar, Santander, Páez, Monagas, Nonato Pérez, Galea y otros fuertes caudillos de la libertad; a ellos está reservada la gloria de rescatar la patria y despedazar a sus opresores…”
Los padres atónitos se aferraban en hacer la callar, suplicándola que se moderase, que a nada conducían sus imprecaciones; que no era tiempo de pensar en otra cosa que en la salvación de su alma.
–“Bien padres, acepto el consejo de ustedes, a condición de que se me fusile en este instante, pues de otra manera me es del todo imposible guardar silencio en vista de los tiranos de mi patria, y asesinos de tantos americanos ilustres; mil veces repito a ustedes, que en vano me exhortan a la moderación y al perdón de mis enemigos. ¡Qué! ¡Yo les había de dar esta satisfacción! No esperen que me humille hasta ese término; semejante bajeza no es propia sino de almas muy miserables, y la mía, a Dios gracias, ha recibido un temple nada vulgar, no esperen que me humille.".
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