Los sacerdotes la amonestaban patéticamente a que sufriese con paciencia estas últimas impresiones con que la providencia quería probar su resignación; que hiciese un esfuerzo generosos para perdonar a sus enemigos y que a imitación del salvador, marchase humildemente hasta el patíbulo y ofreciese a Dios sus sufrimientos en expiación de sus pecados.
–“Bien, dijo la Pola, observaré los consejos de ustedes en todo, menos en perdonar a los godos; no es posible que yo perdone a nuestros implacables opresores; si una palabra de perdón saliese de mis labios sería dictada por la hipocresía y no por mi corazón. ¿Yo, perdonarlos?, al contrario, los detesto más; conjuro a cuantos me oyen a mi venganza; ¡Venganza compatriotas, y muerte a los tiranos!”
La Pola marchó con paso firme al patíbulo, y en vez de repetir lo que le decían sus ministros, no hacía sino maldecir a los españoles y encarecer su venganza. Al salir a la plaza y ver el pueblo agolpado para presenciar su sacrificio, exclamo:
–“¡Pueblo indolente! ¡Cuán diversa sería vuestra suerte si conocieseis el precio de la libertad! Pero no es tarde. Ved que, aunque mujer y joven, me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más, y no olvidéis este ejemplo…”
Mayor era el esfuerzo de los sacerdotes en no dejar que estas exhortaciones patrióticas de la Pola fuesen oídas por la multitud, y a la verdad, que no podían ser distinguidas y recogidas sino por los que iban tan inmediatos a ella como yo. Llegada al pie del banquillo volvió otra vez los ojos al pueblo y dijo:
– “¡Miserable pueblo! yo os compadezco; algún día tendréis más dignidad”.
Entonces se le ordenó que se montase sobre la tableta del banquillo porque debía ser fusilada por la espalda como traidora; ella contestó:
– “Ni es propio ni decente en una mujer semejante posición; pero sin montarme, yo daré la espalda si esto es lo que se quiere.” Medio arrodillándose luego sobre el banquillo y presentando la mayor parte de la espalda, se la vendó y aseguró con cuerdas, en cuya actitud recibieron, la muerte ella y sus compañeros. Arcos, compañero de celda de Sabaraín, pronunció al pie del banquillo la siguiente cuarteta:
 |
Postura que tomo la Pola para ser fusilada |
No temo la muerte;
Desprecio la vida;
Lamento la suerte
De la patria mía.
Los nueve cadáveres fueron recogidos, y se expusieron los cadáveres de los varones, mientras el cuerpo de la Pola fue reclamado por los frailes Salavarrietas para darle cristiana sepultura.